30 de julio de 2014

Abel Antonio pedaleará hasta Bogotá por las víctimas del conflicto

La vida le ha dado a Abel Antonio Buitrago Hernández muchos sinsabores en los últimos seis años. El 2008, no quisiera recordarlo y hubiera preferido no haberlo vivido. En ese momento comenzó a recorrer el camino de ese tortuoso calvario que hoy lo tiene con el remoquete de ‘víctima de la violencia’, pero sin la reparación que le gustaría disfrutar. Vea el video
Oriundo del corregimiento La Gabarra (Tibú) y líder comunitario por excelencia. En desarrollo de ese oficio estaba cuando los actores del conflicto asesinaron a su compañero Arsenio Chinón. En ese entonces adelantaban un proyecto con la petrolera estatal y a los enemigos de la vida no les agradó y ejecutaron al amigo.
Ahí comenzó a sufrir el desplazamiento forzado. Dejó tirados los anhelos y la esposa lo abandonó a la suerte. La mujer no aguantó la situación y partió para Cali, llevándose las dos hijas Claudia Paola y Luz Adriana. La soledad, en consecuencia, ha sido la compañera en estos miserables 72 meses.
El destino lo puso en El Zulia, donde no paró las labores comunitarias. El trabajo lo despliega desde la fundación Verdad y Justicia. “Estamos cansados y en total abandono”, dijo este hombre menudo, de ropa humilde, ojos tristes y pensamientos en favor de los menesterosos que deja el enfrentamiento entre guerrilla, paramilitares, bandas criminales y Ejército.
La eterna espera de la ayuda oficial lo arrinconó. Los años pasan y la solución para la vivienda que quisiera tener no llega. Vive en un rancho que armó con varios horcones y unos pocos metros de tela plástica. Ahí ve trascurrir los días mientras el Gobierno le asigna ese anhelado techo. Las promesas recibidas se han diluido en palabras, procesos, charlas y capacitaciones. Las necesidades se mantienen vivas.
Frente al altar mayor de la Catedral de San José habla tranquilo a pesar del viacrucis que arrastra por dentro. No olvida a Dios y se encomienda a cada instante en procura de esa ayuda divina que requiere para mantenerse activo y con actitud positiva.
Dos meses atrás, tomó una decisión drástica que por estos días cumplirá. “Irme para Bogotá en bicicleta”. La partida será en El Zulia y la meta la fijó en el Palacio de Nariño, el día de la posesión de Juan Manuel Santos para el segundo mandato presidencial que los colombianos tuvieron a bien encomendarle, en junio.
Cada pedalazo lo dará por las víctimas del conflicto. Ese será el aliciente para cumplir con el objetivo de entregarle al mandatario dos discos compactos con vídeos que reseñan cómo viven los desplazados, los huérfanos, las viudas, las madres cabeza de familia, los padres abandonados por la familia. En fin, cómo viven las víctimas de la violencia en Norte de Santander.
Cuando esté frente a frente con Santos le dirá que quiere viajar a La Habana para contar su testimonio, cara a cara con los voceros de las Farc para darles a conocer la realidad de esa guerra en la que lo metieron sin saber por qué. Además, le recordará al Presidente que en la campaña lo apoyaron y que el día de las elecciones marcaron el tarjetón con su rostro, porque creyeron que sería la fórmula viable para conseguir la paz de Colombia.
En el 2008, adquirió la bicicleta que será la acompañante en el trayecto hacia la capital del país. En tipo montañera, pesa nueve kilos, tiene cambios, frenos y pedales nuevos. La compró con los ahorros que pudo sacar del trabajo en un tejar.
Lo fácil hubiera sido montarse en un autobús y recorrer los 600 kilómetros en la comodidad de los asientos. Varios aspectos se unieron para que el viaje no se diera así. Primero, no tiene para pagar el pasaje; segundo, quiere demostrarles a los colombianos que con esfuerzo los sueños se hacen realidad, y tercero, es un reto que se planteó y lo cumplirá.
Los pesos que lleva en los bolsillos son escasos. Para financiar el viaje sacó una rifa, se la ganaron y no recaudó lo suficiente como para pagar el premio. Ahora, tiene esa deuda, de la que es consciente, pero nada más. Fio los repuestos para reparar la bicicleta y ponerla al día para que no desfallezca en el trayecto.
“Esta travesía, con el favor de Dios, será de ocho días”, lo dijo convencido y seguro de que mientras pedalea no quiere que los conductores lo remolquen. La voz aguda baja de tono. En el bolso que le cuelga del hombro derecho guarda papeles y la cámara fotográfica, también fiel como la bicicleta, con la que armó los vídeos que le entregará a Santos.
¿Y si el Presidente no lo recibe?, como ha sucedido con muchos otros colombianos que han querido llegarle y mostrarle cuál es la verdad en la que vive buena parte del país, pues sencillo y la respuesta es la lógica, “me devuelvo para mi pueblo. Dejo un ejemplo para las víctimas y haría otro proyecto para ir con más víctimas”.
En los últimos dos meses ha crecido la confianza en Abel Antonio. Visitó a las víctimas, grabó las imágenes que pretende entregar a Juan Manuel Santos, se preparó en lo intelectual y en lo físico, preguntó por qué esos seres humanos viven así y alistó la maleta para emprender tan largo viaje.
No conoce el camino, la orientación la tendrá en cada pueblo que pase para continuar el rumbo hacia la meta. La primera etapa cubrirá el tramo El Zulia-Pamplona. Luego, Pamplona-Bucaramanga, y así, sucesivamente, hasta llegar a Bogotá el 7 de agosto. El pedaleo será diurno, en las noches descansará para madrugar y seguir de largo.
“En mi equipaje solo llevo una mudita de ropa”. La alimentación correrá por cuenta, otra vez, de Dios. Estará a expensas de la voluntad de los buenos samaritanos que encuentre por el camino. “Quiero demostrar mi esfuerzo y que sí se puede lograr la paz en Colombia”.
Abel Antonio lo tiene todo previsto, incluso el regreso. Volverá a casa dentro de 15 días y la aspiración es hacerlo con la gran sonrisa del objetivo cumplido.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
rafaelpabon58hotmail.com

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